Un chiste cruel
"Y pues ya, padre". Se acerca Laura y se sienta en
el brazo del sofá donde se encuentra Juan Almela, o Gerardo Deniz. "¿Y
ahora dónde te vas a colgar la medalla?", bromea. "¿Acá?", le
dice señalando el pecho. "¿O aquí?", indicando la frente. "¿O te
vas a hacer con ella un anillo? ¿O ponértela de sombrero?"
El poeta, desde la ceguera, levanta la cabeza hacia la voz
de la hija y esboza una carcajada, sin sonido.
En realidad, a Deniz le parece todo esto de la medalla un
"chiste cruel" por parte de las instituciones.
Hace unos minutos abandonó su departamento de la Colonia del
Valle, sobre Providencia, la directora del INBA, María Cristina García Cepeda,
quien acudió a su domicilio para entregarle la Medalla Bellas Artes por su
trayectoria.
La condecoración tiene para el poeta un tufo de humor negro.
"Una medalla, sea como sea, y con todos los adornos que
se le quiera poner, pues tiene siempre ese elemento, ¿cómo decirlo?, de andarle
dando esperanzas a alguien que está muy enfermo y tiene cumplidos 80 años… Se
parece a aqsuello que llamaban chiste cruel", dice Deniz.
Deniz, poeta de culto, autor de libros elementales como Adrede, Gatuperio y Picos pardos,
ya no sale de su casa y eso lo tiene deprimido. Por eso incluso el INBA fue
entregarle a domicilio la distinción. Lamenta ya no ver y estar inactivo.
—Dice
usted que ya no está activo, pero sigue escribiendo y publicando libros.
—Ay,
publicando...
—¿O
sea que ya no le hace gracia publicar?
—Nunca
me hizo mucha.
—¿Podría
quemar todo?
—Ay,
sí.
Con el "Ay, sí", el poeta hace un gesto con el
brazo, como quien manda todo al diablo, y su familia, reunida en torno a él,
ríe.
"¿Pero entonces por qué escribes, Juan?",
interrumpe su cuñada María Eugenia. "Porque me aburro", es su
respuesta.
Pero hoy queda lejos el tedio, la aburrición. Es un día
especial, o así lo entienden al menos quienes lo rodean. Allí están, en medio
de tazas de café y galletas, doña Josefina, su mujer; sus hijas Elsa y Laura;
sus nietos Lucía y David Juan, además de sus cuñadas y el poeta Fernando
Fernández, su amigo.
El alboroto que había provocado la presencia de la directora
del INBA y todo su equipo en el pequeño departamento de Providencia ya no
existía. Ahora quedaba todo en familia, como si nada, de pronto, hubiera
ocurrido. Que, para Juan Almela, o Gerardo Deniz, nada, efectivamente, había
ocurrido.
*Texto publicado en Reforma ayer, 1 de octubre. La entrega de la medalla fue el 30 de septiembre.
Almela y su nieto David, quien le detalla los motivos de la medalla.
2 Comments:
Tierno y triste a la vez... Los reconocimientos tardíos lo son doblemente. Saludos.
Saludos, Rosa María.
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