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Hace unos días me estaba acordando de Fabiola.
Que teníamos 13 años y que ya era una puta que había besado a todo el salón cuando nos besamos.
Qué será de Fabiola y cómo reivindicarla de aquellos tiempos machos.
Qué será de nuestros estúpidos 13 años.
A los 12 había dejado un colegio católico porque los curas no me permitieron seguir cursando por bajo promedio, y caí entonces en la secundaria que también había aceptado a mis hermanos expulsados, en salones llenos de parásitos con su "puta" propia.
A mi grupo de parásitos le correspondía Fabiola.
El Barrio de Jalatlaco, sede de aquella secundaria llena de expulsados, no era tan bonito como ahora y apestaba a pieles de reses en manos de curtidores.
Pobre Fabiola que la identifico con el olor que despedían las curtidurías, aunque a pieles de reses procesadas apestábamos todos.
Apestaba Enrique, quien al final de las clases solía bajarse los pantalones en el salón y masturbarse frente a todos, corriéndose dentro del basurero junto al escritorio, como una pequeña fiera.
La boca de Fabiola, se decía, ya había probado su descarga.
Enrique había andado con Fabiola y se tomaban de la mano en los recesos.
Cuando la besábamos, besábamos también a Enrique.
Yo lo besaba.
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