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"Soy una constelación de hombres y mujeres que se abrazan", decía Raquel Olvera. Y aunque hablaba de percepción metafórica de sí misma, en mucho sentido en realidad lo era. Fallecida la madrugada de este lunes a los 57 años en su natal Chignahuapan, la poeta poblana congregó a su alrededor una constelación de jóvenes que buscaban en la poesía un medio de expresión que ella pulió con amor y esmero a través de diversos colectivos, entre ellos Cardo y Salvajes, Locos, Niños y Poetas, que tuvieron sede en su casa de Tacubaya, en la CDMX, o Élitros y Pececitos de Plata, en las ciudades de Oaxaca y Puebla. La depresión, que la asaltó toda la vida, no fue obstáculo para difundir desde la dicha el poder de la palabra, provocarla, arrancándola incluso, como lo hizo a través de su método de desbloqueo Leescribir. "Leer es un acto que nos comunica con otras formas de pensamiento, con otras culturas, otras ideologías, otros países e incluso con otros tiempos. Pero escribir, nos conecta con el futuro, con los que habrán de leernos", decía. Aprendió, como aprehendió, la pasión de la escritura de maestros y maestras como Francisco Hernández, Dolores Castro, Eduardo Milán e Ignacio Betancourt, abrazándola hasta el final. "Ah, cómo me gustaría quedarme aquí, / escribiendo. / Hasta que amanezca, / una y otra vez. / Una, y otra vez. / Hasta que amanezca, siempre", escribió.
Parte de tu constelación, siempre te estaré agradecido, querida Rachel.
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