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No recuerdo el camino por el que se sube a la Acrópolis. O no recuerdo al menos el camino por el que subí. Me acuerdo
del perro que me salió por una esquina y subió conmigo hasta que en una de ésas volteé y ya no había perro. Me acuerdo del perro porque pensaba en el perro
mientras subía. Luego una chica de ojos amarillos se me acercó para venderme
textiles. Tenía el rostro de Antinoo pero era una chica. Yo sólo pensaba en
Adriano para entonces. El Adriano de Yourcenar. Y esa chica pudo ser el alma
encabalgada del esclavo griego que fue Antinoo de Adriano. Su Antinoo. El nombre de Antinoo no tiene la
belleza que sí tenía Antinoo, y creo que en eso pensaba además del perro. O lo
pienso ahora que no recuerdo el camino por el que se sube a la Acrópolis. Ni si
había más personas o estaba solo con el perro en la cabeza y el recuerdo de
Antinoo cuando miré las cariátides y me olvidé de todo. Hubiera deseado que el
cielo gris se cerrara por completo de nubarrones para circunscribir todo a su imagen y atravesar los espacios
como quien se devuelve, abstraído, a su sitio. De alguna manera su sitio. Un vientre. Una
matriz. La vagina blanca y pétrea de Atenea, nunca atravesada por un miembro.
Atenea, aunque no tanto como Artemisa, siempre fue de mis favoritas. Me recordé
en el cole pegando sobre el cuaderno sus monografías. En una de ellas se le mostraba
nacida de la frente de Zeus. Descansaba sobre una lanza y, a su pies, una
serpiente. Se dice que la serpiente es Erictonio, su hijo adoptivo, porque su
vagina, ya lo dije, nunca conoció verga y me sigue sorprendiendo. Según el mito,
Hefesto intentó violarla un día, pero el semen resbaló por los muslos de Atenea
para después fecundar la tierra, a Gea. Erictonio nacería con cuerpo de serpiente
y Atenea lo adoptó. Llegaría incluso a convertirse en el primer rey semi-mítico
de Atenas. La Atenas que ya no había. ¿Dónde estaba yo en el año 338, cuando
Filipo II de Macedonia venció a atenienses y tébanos dando fin a la antigua civilización
griega? La pregunta se la hace en realidad Nooteboom a Poseidón en un libro que
estoy leyendo y que yo tomo para hacérmela ahora. ¿Dónde estaba? El punto es
que el cielo estaba más o menos abierto y no me pareció la Acrópolis una vagina entre nubes
grises cargadas, como carnes. No recuerdo tampoco el camino por el que bajé y
nunca he de recordarlo. No había perro ni los ojos amarillos de la chica que
era Antinoo cuando bajé del sitio, o no creo. No recuerdo incluso la foto ésa que alguien me tomó antes del regreso. De fondo, la Acrópolis. Mi sonrisa idiota. Volví a mí, me parece, en el barrio de Plaka, en medio
de algunas tiendas. Me parecieron burdas las postales que reproducían las
cariátides del templo que Atenea compartía con Poseidón y Erictonio, el
Erecteón. Allá el viento, bajo el cielo grisáceo, sí las tocaba.
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