22.10.12

Luis Buñuel se dijo arrepentido de haber rodado en México El ángel exterminador.

La película, que retrataba a un grupo de personajes de la alta burguesía envueltos en una situación al límite, un encierro prolongado e inexplicable que los llevaría a experimentar el hambre y renunciar a toda etiqueta, exigía ambientarse, por ejemplo, en una ciudad como Londres, dentro de un verdadero palacio y con actores de costumbres y porte finos. El aragonés se quejaba, según recuerda Arturo Ripstein, de que los histriones mexicanos ni siquiera sabían cómo usar un frac.

Pero se hizo lo que se pudo y con un presupuesto limitado rodó el filme, estrenado en cines hace justo medio siglo.

Aunque El ángel exterminador se grabó sobre todo en los Estudios Churubusco, porque era más barato, tuvo un escenario que le dio la elegancia suficiente para salir al paso: la mansión que Maximino Ávila Camacho, hermano del ex Presidente, había mandado construir entre 1942 y 1944 en el número 1109 de la Avenida Rocafuerte, hoy Homero, entre Calderón de la Barca y Edgar Allan Poe, en Polanco.
Ocupaba media manzana y era casi un palacio, recuerda Rafael Fierro Gossman, arquitecto-historiador de la zona.

Fue encargada a Manuel Giraud y Fernando Parra, que habían diseñado la residencia de Los Pinos; contaba con un gran jardín hacia la avenida y, al centro, una fuente oval; el inmueble dominaba la vista como si fuera una catedral.

Del panorama queda nada: tres casas de regular tamaño y un edificio de departamentos se levantan en lo que fue el jardín, loteado a finales de los 60 por los herederos de Antonio Jáuregui, quien había adquirido la propiedad tras la muerte de Ávila Camacho en 1955. Al perder su vista hacia el exterior, la lógica llevaba a pensar que el "palacio" había sido demolido.
"¿Pero cómo, aún existe?", se pregunta la actriz Jacqueline Andere; Alicia de Roc en la película de Buñuel.

Y es que la mansión sigue íntegra, aunque aprisionada al centro de la manzana, detrás de las edificaciones posteriores.

"La situación es de lamentarse", zanja Fierro Gossman: "Pero esto es parte de lo que le está sucediendo, en términos generales, a todo Polanco. El valor del suelo en la zona se disparó a tal grado que, de hecho, hay que decirlo, es casi una anomalía que la casa se siga conservando. Hay muchas más de ese mismo periodo que eran equivalentes y que ya se perdieron".

Toparse con ella tras cruzar un portón sobre Calderón de la Barca, número 308, que es donde se ubica su acceso actual, podría resultar para algunos un descubrimiento.
Su interior, actualmente acondicionado como centro de capacitación de MetLife, se conserva en lo general; aún luce su fachada y foyer, ése que cruzan los invitados de Edmundo y Lucía Nóbile, encarnados por Enrique Rambal y Lucy Gallardo, para luego ascender por el mármol de las elegantes escaleras; allí iban La Valkiria, interpretada por Silvia Pinal, entre otros aristócratas: Leandro Gómez, Carlos Conde, Sergio Rosell, Alicia de Roc.
A 50 años de haber pisado la mansión "maldita", Andere, quien entonces tenía 18 años, recuerda el inmueble por su esplendor.

Aún puede verse cruzando por sus amplios jardines con los demás actores después de liberarse del encierro surrealista, inexplicable, al que los sometía la casona y el guión. Visualiza a los borregos subiendo las escaleras y que después devorarían apenas entraran a la sala donde aguardaban famélicos su liberación; o el osezno que un día llevó Buñuel al rodaje y que decidió incluir por mero capricho.

"Mucha gente quiere encontrarle explicaciones al oso, pero no hay", cuenta la actriz. "Resulta que viniendo de su casa se encontró a un organillero con el oso, cosa inaudita. ¿Por qué lo tenía?, no lo sé, pero él lo vio y le dijo gritando, porque como estaba sordo siempre gritaba: '¡Oiga, quiero que me alquile su oso!', y se lo trajo junto al organillero, en una ocurrencia del momento".

El rodaje fue entrañable. Recuerda también cuando a los estudios llegó un día Marilyn Monroe en compañía de su novio mexicano, José Bolaños; iba con un vestido de colores de Pucci, entallado al cuerpo, "preciosa, como era". Ese día hasta brindaron con champaña, cuando en las escenas se bebía Sidral a falta de presupuesto para champaña.
Ripstein era un "chamaco" cuando fue testigo de las grabaciones; "testigo", aclara, no asistente del director, como se ha propagado falsamente en diversos medios.

"Ocasionalmente me dejaba cargarle el portafolio. En el portafolio Buñuel traía su guión y un plátano, o sándwich. De pronto me pedía: 'Dame el sándwich', y ése era mi trabajo de 'asistente'", recuerda con una carcajada. "Pero de pronto sí me permitía preguntarle cosas, como buen muchachito majadero de 18 años, y me contestaba. Después lo conocí más y me abrió la puerta de su casa".

Evoca la mansión como el escenario apenas adecuado para lo que buscaba Buñuel: "Hay que recordar que Gustavo Alatriste, el productor, no era el hombre más desprendido de la Tierra".

Advierte que los escenarios dan al cine carácter, y eso le imprimió la casa a El ángel exterminador, aunque tampoco lamenta los cambios en su entorno. "Los cambios han sido drásticos, es cierto, pero es el signo de los tiempos", considera.

La mansión también fue sede de una productora de cine y de las oficinas de la firma de cosméticos Yves Rocher. En 1983, incluso, fue escenario de otra cinta, El juego del Halcón; era la Embajada rusa en la que se infiltran los personajes de Sean Penn y Timothy Hutton... Pero nada como el pasado surrealista que Buñuel comparte con el inmueble al que aún hoy resulta casi imposible entrar; los guardias de MetLife son difíciles de convencer.

"Pero, ¿intentaron entrar, mi comandante?", le pregunta en el filme una autoridad a otra desde la calle, mientras buscan explicarse el encierro que experimentaba el grupo de aristócratas. "No", le responde el cuestionado, "y eso es lo grave del caso".

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Texto que publico hoy en Reforma. La primera imagen es cortesía de Rafael Fierro Gossman; la segunda, de Luis García, quien movió mi interés por la casa. La tercera y cuarta son mías, durante la visita que hice junto a Héctor García y Rodolfo González; la quinta la tomé de www.tausiet.com, mientras que la última es un encuadre de Gabriel Figueroa, fotógrafo del filme, aunque Ripstein me insiste que todos los encuadres fueron del propio Buñuel. Sea como sea, prefiero darle el crédito al mexicano, quien también era grande.
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