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Cuando los
periodistas ingresan a la casa de Elena Poniatowska, ella se encuentra al
teléfono. "A ver si no me da aquí un soponcio y mi corazón se va rodando
por las escaleras", expresa a su interlocutora.
Habla con
Elena Ramírez, su editora de Seix Barral en España.
Desde ese
país la despertó la noticia de que había ganado el Cervantes.
La prensa,
que había aguardado a las puertas de su casa por más de una hora, ingresando de
a poco, en pequeños grupos, porque su casa es muy pequeña y no todos caben,
quiere saber quién más le ha llamado para felicitarla.
"Peña
Nieto, no", se apresura a responder: "Pero tampoco Andrés Manuel. A
Andrés Manuel le importa la literatura un pepino. Bueno, si yo fuera Benito
Juárez quizás me hablaría, porque él lo único que ama en la vida es a
Juárez".
La
escritora y periodista se muestra feliz, más sonriente que nunca.
Estaba en
pijama cuando le anunciaron que era la nueva Cervantes y nunca se esperó este
momento. Se disculpa incluso por el apretado recibimiento.
"Esta
casa es chiquita, no es para un Premio Cervantes".
Dice que la
distinción la dedica también a los periodistas, como ella: "Ustedes
deberían estar muy contentos".
A falta de
sillas para todos los colegas, ella prefiere permanecer de pie mientras cuenta
cómo se inició en el oficio.
Fue en
1953, cuando publicó su primer texto en el Excelsior, una entrevista que le
hiciera al entonces Embajador de EU en México, Francis White. Ella tenía
entonces de 21 años y la entrevista se la había conseguido su madre durante un
coctel.
Muy
sonriente, la escritora indica: "Le hice una entrevista absolutamente
pendeja, pero la publicaron".
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