:
Me acuerdo de una tarde
en Santo Domingo, en el Paco.
El olor denso del café hacía acrobacias
en el aire de la tarde calurosa.
Una tarde decididamente triste.
La tarde de quien llega tarde a todas partes
y ha de sentarse solitario en una mesa
como estatua.
Y pensar,
mientras se mira la Calle El Conde:
"Buenas tardes, querido diario".
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