17.5.12

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Los deudos de Carlos Fuentes eran más que los amigos, más que la comunidad de escritores y los miembros vivos del Boom, más que la propia Silvia Lemus y Cecilia Fuentes Macedo, su esposa e hija (del primer matrimonio); estaban sobre la Explanada del Palacio de Bellas Artes y eran cientos, aguardando el acceso para llorar su parte.
La viuda pensó en ellos justo cuando los lectores ingresaron por fin al recinto, convertido hacía unos minutos en un búnker debido a la presencia en el homenaje del Presidente de México; un letrero con la frase "aquí nadie entra" parecía colgar de los brazos cruzados de cada elemento del Estado Mayor.
"Fuentes, amigo, el pueblo está contigo", gritaban ante la cerrazón. O "Carlos Fuentes es del pueblo, no del Gobierno".
Cuando al fin se retiró Felipe Calderón y entraron, Silvia Lemus los vio desfilar frente al féretro y se le vino la emoción encima: "Me emociona tanta espotaneidad... cariño y admiración es lo qué el merece".
Mientras lo decía, pareció de pronto más frágil y más delgada; más rubia, por ir de luto, o "güerita".
"Güerita" fue la última palabra que escuchó del autor. "Así me decía, 'Güerita', y 'güerita' dijo cuando le dije, 'Carlos, vamos al hospital', porque no quería ir. Estaban allí los médicos y volví a decirle: 'Carlos, tenemos que irnos al hospital', y entonces dijo, 'Sí, güerita'".
Apenas pudo despedirse: "No sabíamos que debíamos despedirnos", dijo con un hilo de voz.
Pero ayer se le despidió, y en grande, entre aplausos y vivas que venían, sobre todo, de quienes habían tomado la explanada y exigían entrar. Había muerto, de una hemorragia intestinal asintomática, la voz referencial viva de la literatura mexicana contemporánea.
Estaban ahí diversos amigos de quien escribiera títulos como La región más transparente, Aura o La muerte de Artemio Cruz: José Luis Cuevas, Laura Esquivel, Elena Poniatowska, Héctor Aguilar Camín, Porfirio Muñoz Ledo, Adolfo Castañón, Gonzalo Celorio, Ignacio Padilla, Ramón Xirau, Carlos Prieto, Jaime Labastida, Ángeles Mastretta, "La China" Mendoza, Vicente Quirarte, Pilar del Río, Felipe Garrido, Víctor Flores Olea, José María Pérez Gay, Federico Reyes Heroles, entre muchos otros; de Gabriel García Márquez, nada.
La ceremonia estaría encabezada por la viuda, acompañada del Presidente y el Jefe de Gobierno Marcelo Ebrard.
El primero destacó que "Fuentes había muerto para ser amado más"; el segundo, su condición de "abogado de la Nación". "Era ante todo el abogado de la esperanza mexicana", señaló.
Pero el orador principal sería Federico Reyes Heroles, quien definió al autor como un seductor de la palabra, un hombre cruzado por la pasión.
Recordó su generosidad con los autores jóvenes, a quienes nunca dejó de impulsar. "Por algo murió el día del maestro", observó.
Como comentarista político, fue una pluma para tenerle miedo. "Su posición liberal y progresista lo llevó a comprender los límites de los ensueños de los 60 y a fortalecer las libertades como única ruta hacia la gran libertad".
Siempre discutió su México, dijo, un México que deseaba mejor y más próspero, a la altura del mundo.
Tras los discursos, vendrían las guardias de honor.
La gente en la explanada, mientras tanto, exigía entrar, entre ellos figuraba desde el seguidor fiel hasta el oportunista, Rafael Acosta “Juanito”, quien aseguró haber leído de Fuentes Cien años de soledadEntre ellos también estaban invitados que sólo pudieron accesar hasta que concluyó el homenaje oficial, como Raúl Renán y Carmen Parra.
Los restos del autor fueron incinerados y serán trasladados a París, como dispuso. París, porque ahí vivió con Silvia Lemus su primer año en común y, sobre todo, porque ahí descansan sus dos hijos: Carlos y Natasha, dos pérdidas muy tempranas que Fuentes nunca superó.
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