No es fácil vivir en una ciudad como ésta. Apenas se llega y sientes un frente frío que acude a la cara, algo extraño. O una máscara delgadísima que viene a colgarse de las mejillas. Y quitársela, después del baño, aún no es fácil. Pero así son las sensaciones. Uno se acostumbra a un suelo cálido, no por caliente sino porque se siente a través de las suelas la familiaridad, que cuando pisas estas baldosas, que se corren kilométricamente hasta no-sabes-dónde, no puede uno sentirse equilibrado. Al menos en un principio. Pero es verdad que el primer contacto con estas baldosas se anuncia hasta cada extremo de la ciudad. Es como si bajaras el pie del bus, o del tren o del automóvil, de lo que sea, y apenas tocar propiciaras una vibración como la de la piedra al contacto del agua. Todo mundo sabe, entonces, que está arribando uno nuevo. Otra piedra en el fondo del agua. Y creo que es tal el destino de esta tierra por siglos. Allá abajo hay muchas piedras. La ciudad de los lagos ya no es de los lagos, al menos perdió la facha. Pero la gente que coexiste en ella, como si fuera parte de su inmobiliario —y que lo es—, aún siente el temblorcillo que se sube a sus rodillas, anunciando la presencia de uno más. Tomando esa presencia con la tranquilidad que exige la costumbre. Y se siente el uno-más cuando se llega a ella. Siempre sin rodeos, entre hipócrita y sincera. Por un lado recriminando tu nulo conocimiento de los males de la bomba migratoria, y por el otro extendiéndote la llave de la ciudad. No es fácil acostumbrarse, pues, a vivir aquí, que es lo mismo que a vivir en la incongruencia, en la contradicción, aún cuando el hombre es contradictorio desde el asunto ése del pecado original. Y yo soy también contradictorio. Y no sabe uno en qué momento pierde los estribos. O no los estribos, sino más bien la identidad. No identidad por nulidad de rostro y nombre. Identidad por lo queda, o se deja, del otro lado de las puertas. Del otro lado del paisaje. En qué momento de restaurantes y centros comerciales y cantinas y cruces de avenida, se tira, por ejemplo, un brazo. O en qué momento recogemos un tercero.
De 33
La foto se titula Ciudad de México, y es de Kent Klich, tomada de Zone Zero
14 Comments:
Su ciudad es muy bonita, yo siempre que voy, me quedo sin palabras,
usted lo sabe, hablo como comento, ahora agreguele a esto la altura y la contaminaciòn.
Mi comentario mas largo.
No se uno llega pero cuando ¿no? uno nunca sabra como era vivir sin esa nata de polvo en la piel, sin ese color verde pantano en los parpados, el negro de los labios resecos.
Me pierdo desde niño en el concreto, pasaron muchos suelos por mi, el empedrado, el adoquin, el pavimento, el adoquin, el empedrado, el pavimento y ahora no se. Chale la piedra eterna que debe verme, muere ante mis ojos en una suerte de restauración. Infinito es la palabra de hoy. Si.
Soy un cadaver de Ciudad y no entiendo como los árboles del camino no extrañan el pavimento.
Salute!!!
Jaja, pinche SERGE. De veras que sí es el más largo, eh? Abrazos, camarada.
Jeje, maese ANDREAS. Pa poner un negocio, dijo usted? Vaya. Pues pobres: callejón sin salida, como bien dice usted.
BRO: Niño que no se pierde no crece. Y pues si no se crece el infinito queda más lejos de lo normal. Uy!!! Y eso es mucho. Chale. / Chale, sí. Chale es la palabra de hoy.
Tu sabes bien como coparto tu sentir pues vivo también entre este mar de autos, de smog, de contradicciones.
Solo que me siento mas tranquila, porque ya atraparon a la mataviejitas, jejeje.
Mi marido me "jode" desde ayer con que ahora si sabe que no me van a matar, jeje. Es malo.
Bonito tu escrito.
Besos Tristón Estas.
Ande ¿eh? No se meta con mi ciudad que lo acuso ¿eh? lo acuso con mi ciudad y se lo traga ¿eh?
:D
No debe ser fácil. Para mí que aquí nací y he crecido aquí no es fácil. Pero me fascina, qué quieres. Como deben fascinarte los ojos de la constrictor mientras sin que lo sepas, te tritura. Pero es dulce, la pobre. La pobre. Qué bueno que le escribes a ella, tan sola. Sola, es la palabra de hoy.
Jeje, me hizo mucha gracia lo del mataviejitas, amiga NOEMÍ. También me gusta lo de Tristón Estás, jaja. Tá chistoso. Le mando beso re grande, tan grande como la ciudad :D
LOQ: Me gusta harto su ciudad!!! Perderme en su ciudad. ... Por cierto que perderse es la palabra de hoy.
Encontrarse me gusta más Tristán, encontrarse a gusto en esa ciudad loca, encontrarse bien cuando regresas a la tuya. Encontrarse con los amigos, aquí, allá o a medio camino. Besos para la ciudad, para que te trate bien y para tí también
Don Tristan las ciudades se construyen y se desconstruyen todos los dias, todos los que vivimos en ellas las inventamos a traves de anhelos, deseos y demas eos eos, en todas las ciudades la cultura se consolida como parte de su propia expresion, como parte del dialogo y la convivencia. Que bonita es la ciudad ( mas Oaxaca, jeje), cualquiera.
probando probando.................
z...z.......ZZZZZZZZZZZ
Una terrible radiografía de las grandes ciudades. Abrazos.
Pero es que eso de encontrarse lo hace todo el mundo, MADRE. Mejor es perderse, que es lo que hacen los que no son de los iguales, jeje.
Así es, camarada KOSAKO. La ciudad es el vivo retrado, o no vivo, más bien vividor retrato, de los pelos y señales de la convivencia ad infinitum. Chale.
Jeje, thnks REBBA. Parece que todo ya cuajó. Saludos!!!
Todo depende del cristal, amigo Don FER :D
Esta ciudada, querido CAMANDUMÚN, es un crimen. Pero un bonito crimen. Como aquel piando en el cieno de la calle, como diría el señorito Rimbaud.
Y también pío el crimen.
Y también tú.
Sha lalá lalá. Bonita ciudad, me cae que sí.
Este fin no te escondes, pinche CAMANDEMÚN.
Pues que le hago a mi me gusta encontrarme con los demas y conmigo misma, así que ya ves, entonces soy de los iguales. Besos
jeje, no :D
ya sabes que no.
Besos.
;)
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