Adriano

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Adriano recuerda el cansancio de esos días, como si sólo un dolor de piernas fueran las piedras del camino (y que lo eran). Había decidido visitar Granada, con la enciclopedia de la mente más blanca que el blanco en las películas de los 50. De todos modos dejó la mochila y preguntó por el sitio (La Alhambra era tan sólo un sitio entonces). Todo recuerda de la foto, pero no es él el que aparece allí. Es decir, no es ni siquiera el futuro del que aparece allí, ni le suena ese pasado. Dónde queda uno entonces. Adriano habla en realidad del tiempo inútil. De los yoes que quisieran regresar el mundo. De las ganas, incluso, de ponerse una bala en la boca. Se sentía bien entonces. Tenía 18. Pero ahora le venían esas ganas bipolares del llanto. Revelar una foto corresponde a desprenderse. Queda al aire la idea de estar viendo un recuerdo, más bien el recuerdo de un muerto que se quiso mucho..

De La especie está mutando