11.3.19

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Son las 11:55. A las 11:55 del 11 de marzo de 1979 se me ocurrió nacer. A veces quisiera trasladarme a esa película, digamos que ver al Oscar actual sentado en la sala de espera del IMSS en Oaxaca, viendo un reloj de pared que se acerca a la hora. 11:52... 11:53... 11:54... Y quizás a las 11:55 escuchar un berrido, aunque es improbable porque dividen pisos y pasillos a la sala de espera con la del parto, pero en ese momento levantarme y salir a la calle a reconocer. Lo primero que vería, rumbo al Centro, sería la Avenida Héroes de Chapultepec, que tantas veces la cruzaría de ida y vuelta durante la prepa, para luego adentrarme en Díaz Quintas hacia el Conzatti. Frente al Conzatti está el Hotel del Parque, el hotel de los abuelos donde pasaría varios de mis primeros años. De allí pertenece incluso mi primer recuerdo: empujando carritos, solo, en uno de los pasillos del hotel, y los huéspedes librándonos. Recuerdo también las sillas Acapulco del patio: voltearlas eran algo así como volcanes, Kilimanjaros... De allí seguir mi camino y bajar por el Andador Turístico, sobre Alcalá, hasta llegar al IAGO, o a la casa donde Francisco Toledo, años más tarde, frente a Santo Domingo, instalaría el IAGO. ¿Qué sería yo sin la biblioteca del IAGO? ¿O sin la del Álvarez Bravo, a donde solía escabullirme en la tardes en busca de los libros de Mapplethorpe? Qué impacto, a los 13, fue Mapplethorpe... Y seguir después por el andador hasta alcanzar el Zócalo y pararme frente al Portal de Claverías, donde mis padres y mis tíos alistan la apertura del Marqués, el restaurant donde prácticamente crecería... Tenía 20 cuando pertenecí a esos sitios por última vez, antes de venirme a estudiar a la Ciudad de México. Son las 11:55 y este año no sólo cumplo 40.

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Yo, entrando a los 40, en la mirada de mi Iran.

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