El mensajero
:
Un coloquio sobre Henríquez Ureña en el Colmex, de esos que te dejan con tedio. Luego correr a la redacción y atascarse en el camino. Siempre la lluvia pone tonta a la gente, y el taxímetro, el pinche, no se detiene. Tengo nota pendiente sobre la cocina de Frida y el diente de Diego. Me cuenta su hija que el panzón adoraba el clemole de Oaxaca. ¿El qué?... La nota me gustaba hasta que me vienen con que ya no hay tiempo, que vaya a un cyber, que hoy cerramos temprano y que mi nota, la de Frida, va indiscutiblemente para mañana. Ni modo, me bajo del taxi, prendo un cigarro, busco el cyber y a redactarla. Empiezo bien y ¡mocos! La lluvia tumba por un segundo la luz de la colonia. Ni modo, me digo, y me lanzo de nuevo. Al fin que termino y me voy a la redacción por si hay que hacer correcciones. ¡La shit!, apenas llegó y ¡tómala! “Hubo cambios, tu nota no va para mañana”... Decido entonces prender un cigarro.
Y ahora voy en el micro. El chofer lleva pila, reguetón y es un desquiciado. De todos modos me subí por eso, los micros neón que parecen antros un poco hasta me relajan. Abro el libro que tomé en la redacción, de esos que nunca se cubren y que después nadie quiere. ¿Poesía? ¿Quién quiere? David Rosenmann-Taub escribe el siguiente epígrafe, aviso, dedicatoria, o lo que sea del tipo:
Y ahora voy en el micro. El chofer lleva pila, reguetón y es un desquiciado. De todos modos me subí por eso, los micros neón que parecen antros un poco hasta me relajan. Abro el libro que tomé en la redacción, de esos que nunca se cubren y que después nadie quiere. ¿Poesía? ¿Quién quiere? David Rosenmann-Taub escribe el siguiente epígrafe, aviso, dedicatoria, o lo que sea del tipo:
Papá,
tres días antes de marcharte,
me pediste que te prometiera que revisaría
El Mensajero hasta crear el más hermoso
-real- libro.
Cumplir la promesa me ha exigido
cumplir tu edad.
Y me da el escalofrío, el corazón se estruja. ¡Mierda! He de andar bien, pero bien, sensible..