31.12.21

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Mi padre lloraba una vez al año: la noche de Año Nuevo. Era a la hora de los abrazos, los te quiero, los gracias por todo. Lloraba quizá los días, los achaques, la incertidumbre, la familia perdida. O de plano el miedo de la muerte mientras abrazaba la vida llorando, lloraba. Pero la última de esas noches, hace 12 años, no lloró. Decididamente, sólo reía. Y contentos, dimos todos paso a los abrazos, los te quiero, los gracias por todo, mientras él, sin percatarnos, ya abrazaba su partida.

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