11.11.20

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Hace 10 años, de camino a la Roma, sonó el celular. Es curioso que ya no recuerde quién me llamó, si Agus, Rico o mi madre; irrelevante el quién ante la noticia. Mi padre tenía 66 años y acababa de fallecer. Cómo recuerdo que una noche antes había vuelto a La invención de la soledad, de Paul Auster, y pensaba justamente en mi padre a través del padre de Auster, como si la última vez que lo hubiera visto fuera en las páginas huérfanas del escritor, en la figura de su padre invisible en el pórtico de su casa, y entonces se proyectaba de otras formas la percepción de la memoria, abrazándonos desde nuestra propia soledad. Hay cosas que se nublan, pero muchas tantas no, como el consecuente trayecto a Oaxaca, en uno de los viajes mas tristes que recuerdo, pero aun así en la distancia, desde una fisura en el tiempo en algún punto de la ventana, escucharlo cantar.
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