31.12.09

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¿Qué decir de estos cuatro numeritos? Espero, señores, que les vengan muy bien..
2010

28.12.09

Helen Escobedo fue una niña enfermiza. Cursó sus asignaturas en casa y fue hasta quinto de primaria que asistió al colegio. Me cuenta que sufría de infecciones en los oídos que le provocaban dolores intensos, obligándola a permanecer por semanas enteras en cama. "Me daban ganas de darme cabezazos contra el muro", recuerda.

"Además, no me daba hambre porque me estaban medicando sulfa; no existía entonces la penicilina. Así que yo estaba muy anémica. Mi mamá me subía en una charola el desayuno con una cajita de plastilina de colores. Si me lo terminaba, podía jugar con ella".

La plastilina significó su primer acercamiento con el arte, pero más que resultar un escape a sus dolores, los reproducía moldeando animales "surrealistas" de extremidades punzantes, como aquellos que suponía le torturaban por las noches, introduciéndose en sus oídos como "pequeños dragones" con la consigna de dañarla.

Escobedo está cerca de cumplir 60 años dedicada a la escultura, disciplina en la que se inició a los 15, cuando sin permiso de su padre -reacio a que su hija tomara ese camino-, entró al Mexico City College, que era reconocido por contar con buenos maestros en disciplinas artísticas.

"Por mis pistolas me metí en el arte, aun cuando no tenía ni la edad para estar en el Mexico City. Logré entrar vistiéndome de gente grande. Me robé la ropa de mi mamá: medias, zapatos con tacón. El brassier me lo rellené con kleenex; no estaba todavía yo hechecita", cuenta la escultora.

Allí tuvo por maestro a Germán Cueto, quien, aunque le recriminó que estuviera ahí sin tener la edad suficiente, consintió en darle clases. "Me dijo que él no podía convertirme en artista: 'Eso lo traes dentro o no lo traes. Yo sólo te puedo dar las herramientas para hacer lo que se te pegue la gana'. Y eso es algo que agradeceré toda la vida".

Posteriormente conoció al escultor John Skeaping, amigo de su madre, quien le abrió la puerta para obtener una beca en el Royal College of Art, en Londres. La institución exigía un posgrado que ella, a sus 17 años, no tenía, pero aun así se le permitió hacer un examen y un jurado integrado por artistas como Henry Moore y Jacob Epstein la aceptó por tres años.

De vuelta en la Ciudad de México, otros dos amigos de la familia, Gunther Gerzso y Mathias Goeritz, la recomendaron con la galerista Inés Amor, quien presentó sus primeras exposiciones de bronces, técnica que pronto abandonó para emprender un proceso escultórico que integraría obra monumental, instalaciones, escultura efímera, en plástico, malla e, incluso, arquitectura, faceta poco conocida de esta artista galardonada recientemente con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en la rama de las Bellas Artes.

"A 60 años de creación sigo cambiando. Ya no soy lo que yo era. He dado varios brincos, creo que cada 5 o 6 años. Soy una persona que vive el momento, no miro hacia atrás", dice quien participó en el diseño del Espacio Escultórico de la UNAM.

En mayo de 2010, Escobedo recibirá un homenaje en el Museo de Arte Moderno, que le dedicará una retrospectiva a su obra. "Yo no he querido intervenir demasiado", afirma. "Quiero ver otros ojos interpretando lo que ha sido mi vida".

La batalla que libra contra la "canija enfermedad" del cáncer no ha detenido su quehacer. "Lo bueno es que el ánimo no lo pierdo. El día en que lo pierda es porque ya me petatié".

Junto al escenógrafo Alejandro Luna trabaja en la concepción del llamado Cuarto de Reflexión del Museo Memoria y Tolerancia, recinto que se planea inaugurar el próximo junio en la Plaza Juárez del Centro Histórico, espacio donde Escobedo exhibe actualmente la instalación Éxodos, con 101 figuras que remiten al tema de la migración.

Además, el Instituto Politécnico Nacional, Unidad Zacatenco, inaugurará, también en 2010, una escultura monumental de la artista: El cono invertido, elaborado con una técnica que en ella es una firma: malla a dos colores, rojo y amarillo, que desaparecen según los grados de luz.

La primera escultura monumental que Escobedo creó fue Puertas al viento, obra en concreto de 17 metros de altura que, ubicada en Periférico Sur, a la altura de Cuemanco, pertenece a la Ruta de la Amistad.

Recuerda que, mientras se construía, quedó fascinada al ver la incipiente forma de su obra a través de una serie de varillas que le servían de esqueleto. "Si así ya me gusta, terminada quedará mejor", pensó entonces.

El resultado, aunque fiel a su maqueta, le decepcionó un poco, pues al ser cubierta canceló la "transparencia" que había llamado su atención. "A partir de ese momento supe que nunca más iba a cerrar y solidificar una escultura. Y ésa soy yo, creadora de esculturas que dejan ver más allá, que no lo cierran nunca a uno".

De ahí su gusto por la malla, que le permite crear formas traslúcidas, incluso fantasmales, como si de pronto, a la distancia, se dieran en ellas verdaderos "actos de desaparición". Abajo, una muestra..

"Existen dos formas escultóricas que me han dominado desde siempre: las formas verticales, que son como la vida, y las formas horizontales, que son como la muerte. En mi obra están presentes por igual; ninguna está sobre la otra"

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La entrevista con Escobedo (con algunas variaciones) fue publicada en Reforma el 19 de diciembre. El retrato es de Gilda Roel. La imagen de obra (instalación escultórica en Yorkshire Sculpture Park, en Londres) pertenece a Nigel Homer

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