29.11.08

Gare du Nord

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Es cierto que su cara andaba triste y hacía cosa de tres días sin bañarse, pero nada que pudiera traducirse en compasiones y ofrecerle un dulce. Pero la mujer, al parecer, miró otra cosa, y con la boca llena de otro dulce estiró la mano y se lo dio. Luego se fue al andén de la otra orilla, donde poquito más tarde llegó el tren de su pariente. ―Pinche vieja, ni que fuera un mendigo, dijo el chico. Después miró la palma de su mano izquierda. Al centro un nacarado celofán con la palabra orange, como absorbiendo al mundo con su brillo. Pensó en las ventanas del cole un día de lluvia, en los hielos del whisky de su padre, en la periadham de un unicornio que leyó de un libro, en la sonrisa de su amigo Diego González. Tiró del celofán y se atascó el dulce de naranja..
De La especie está mutando

12.11.08

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De aquel momento, aún conserva una foto. Pero no es Adriano el que aparece allí. No es ni siquiera el futuro de esa tarde en Granada ni le viene ese pasado que le suena feliz. ¿Dónde queda uno entonces? Adriano habla en realidad del tiempo inútil. De sus duendes que quisieran regresar el mundo. De las ganas de ponerse una bala en la boca. Se sentía bien entonces. Tenía dieciocho, pero ahora le asaltaban unas ganas bipolares del llanto. Es como estar viendo mi imagen en los ojos de otro, pensó Adriano. El recuerdo de un muerto que se quiso mucho..

De La especie está mutando

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